PROYECTO TODO EL SAMBOROMBÓN

TRAMO 03 – DESDE EL PUENTE 11 BOCAS HASTA EL PUENTE DE LA RP215 (10,4 km)

18 de Marzo de 2012

 


El recorrido del tramo 03, un perfecto triángulo de aventura

                El entusiasmo por avanzar en el proyecto va en aumento. Ni siquiera la seguidilla de lluvias que nos castiga todos los inicios de semana, ni las secuelas de las penurias que nos afligen después de cada tramo han podido frenar nuestras ganas de seguir el recorrido.

                También, pese a contar las desventuras detalladamente en los relatos, curiosamente surgen masoquistas interesados en participar y no somos más participantes porque deliberadamente por ahora tratamos de no ser un malón atravesando los campos y que una de esas se complique por algún propietario quisquilloso. En el fondo, es terreno desconocido. De a poco los que manifiestan interés, los vamos sumando.

                Así las cosas, el domingo 18 nos juntamos de nuevo en la rotonda de San Vicente los cuatro reincidentes del Tramo 02 más otros tres amigos que quisieron venir a probar suerte; la comitiva de los siete jinetes del Apocalipsis en bici quedó formada por Elsa, Matías, Rolo, Natalia, Martín, mi hijo Pablo y yo.

                Con puntualidad inglesa, a las 9:00 estábamos todos ahí. Hasta Rolo llegó puntual….


Rolo dijo a las 9:00 y hasta llegó antes: Believe or Not!

                Seguimos por el camino que bordea por el este el arroyo El Portugués hasta el Puente de las Once Bocas y cerca del mismo ubicamos un campo con tranquera sin candado adonde nos dirigimos para pedir permiso para dejar los autos, el cual obtuvimos sin ninguna dificultad. Se trataba de un tambo mecánico en actividad y estacionamos bajo unos árboles los cuatro vehículos a 1,5 km del puente donde arrancaríamos.


Estacionamiento dentro del tambo, hasta con sombrita

                Armamos las bicis, nos cubrimos de protector solar y repelente en cantidades industriales y salimos a buscar la nueva aventura de llegar por el río a la RP215, desandando por suave huella rural hasta el puente de las Once Bocas.

                Allí elegimos la margen norte del río Samborombón para evitar vadearlo y acercarnos al objetivo intermedio de visitar el viejo palomar en forma de cubo, que estaba dentro del campo dónde dejamos los autos.


Todos sobre el puente, listos para salir


La foto de la izquierda muestra el fin del tramo 02 y la de la derecha, el inicio del tramo 03


El Once Bocas, que empezamos a dejarlo atrás tras cruzar el primer alambrado

                Debido a las recurrentes lluvias, el cauce ya tiene bastante agua y los vadeos implican mojarse un poco, así que por las dudas tomamos los recaudos para vadear lo menos posible. Los pastizales, comparados cuando hicimos el tramo 01 ahora están mucho más altos y vigorosos, o sea que complican bastante el andar.

                Con la energía propia de los primeros momentos, sin mucha dificultad costeamos el río, saltamos un par de alambrados y alcanzamos el palomar. Pablito y ya lo conocíamos pero el resto no, así que acompañamos a los curiosos. Primer objetivo cumplido.


Dejamos atrás el primer alambrado y por ahora el avance era sencillo


Claro, además de algún caminito de vacas, todavía estábamos descansados...


En nuestro derrotero encontramos un callejón abandonado que cruza el río: lindo vadeo para chatas, tal vez sea posible

 
Además de proporcionarte un poco de barro, las costas del río también te regocijan la vista

 
Raudamente nos fuimos acercado al viejo palomar


Dejamos las bicis apoyadas en un alambrado y nos acercamos a pie


Esa insólita mole cuadrada atrae como un imán


Ya lo conocía, pero no dejo de maravillarme por su construcción de miles de prolijos ladrillos y >>>


>>> y me imagino lo hermoso que debía ser esto lleno de palomas

Un aljibe abandonado en los alrededores del palomar

                Seguimos por la ribera norte un buen tramo deleitándonos con las pequeñas barrancas y con el cauce de agua fluyendo lentamente. En algún tramo nos aventuramos entre el agua y la barranca pero el barrito hacía muy difícil pedalear. Algunos locos lo desafiamos pero el resto siguió por arriba de la barranca. El calor se empezaba a hacer sentir y el agua que llevábamos parecía que no nos iba a alcanzar.

                En una zona con unos “rápidos”, vadeamos pasando a la margen sur del río porque parecía mejor para andar y ahí nos encontramos a un paisano a caballo que se acercó curioso a ver que estábamos haciendo. Nos trató muy amablemente pero nos dijo que se había acercado porque semanas atrás unas motos se habían metido y le habían cortado unos alambrados. Siempre hay algún nabo que en vez de cuidar esta hermosa posibilidad de explorar en contacto con la naturaleza la arruina….  Seguimos.


Algunos por abajo y otros por arriba

 
Algunos por arriba y otros por abajo


Los "rápidos" donde vadeamos: como siempre no hay fotos...


Nos cruzamos de lado porque parecía mas fácil. Dos equinos comentan: ¿Para que se cruzaron estos nabos si del otro lado es más fácil?


Otro camino vecinal pero con un vadeo vehicular más complicado en esta zona del río


A Rolo se le subió un "Alien", el segundo pasajero de la bici, con telaraña y todo


El río se va ensanchando a medida que pasan los días y vamos avanzando aguas abajo


Vaquitas refrescándose en el río, arreadas por Matías y Martín


Pampa posando para la foto y Martín meditando mientras mira atentamente a su bici

                El terreno se puso muy complicado: sucesión de pequeños zanjones que desaguan en el río tapados de altos pastizales, nos hicieron pegar a todos unos buenos porrazos. Sumado al calor y a la densidad de vegetación pedalear era una tortura, aunque todavía tábanos y mosquitos estaban a raya por el repelente. Por supuesto que la contrapartida eran los paisajes y la satisfacción de ir por el objetivo. Cada tanto hacíamos una parada para reagrupar, tomar algo y descansar un poco.


Un alto en el camino, debajo la escasa sombra del trayecto


El grupo haciendo una rueda: Martín, Matías, Natalia, Rolo Pampa, Pablito y Elsa


Saltando uno de los tantos alambrados que debimos sortear


Si alguien sabe como se llama esta planta, me gustaría saberlo

                Más adelante nuevas dificultades: las espinas de las talas y las hormigas. Las primeras ensartándose a la pasada en los brazos de los desprevenidos y las segundas deleitándose con los pies de quienes osaron pisar sus hormigueros. Igual seguimos (tampoco había otras opciones…)


Bonitas postales del río y las bicis descansando recostadas sobre un alambrado

 
Una vaquita que mira muy atentamente a Elsa


Un alambrado sobre el río y una bella mariposa que se dejó fotografiar de cerca


Tortuoso pedalear en los pastizales


Una hermosa sensación de placer cruzar pedaleando esos suaves matorrales que acariciaban: me encanta la foto de la derecha

                En una de las paradas bajo unos arbolitos, justo donde el río bastante encajonado presenta unas cascaditas, Martín se percata que tenía la riñonera abierta y que su GPS se había perdido..   Gran amargura de Martín y de todos. Era obviamente inúti salir a buscarlo en semejante pastizal donde cada uno había encarado por donde podía: curiosa paradoja, el único que podía guiarnos a él se había llevado el track consigo.


Cascaditas justo en el lugar donde Martín descubrió que ya no tenía su GPS

                Después de pasar el trago amargo, volvimos a ponernos en marcha, pero lo empujamos a Martín que aunque sea por autojustificación retroceda un poco para ver si de casualidad aparecía. Me quedé a esperarlo bajo los árboles.

                Increíblemente, a no más de 200 metros, entre altos pastizales me hace señas que lo había encontrado!!!!!!. Los Dioses estaban con nosotros: nadie hubiera apostado un centavo a que lo encontraba.

                Seguimos con mucha dificultad ya que en estos tramos ni siquiera teníamos huellas de ganado que nos faciliten el recorrido: las opciones eran el barro de la costa o los altos pastos tipo “paja brava”. A lo lejos comenzamos a adivinar el tráfico de la RP 215 mientras Matías tuvo que reemplazar una cámara por pinchazo, el único de  todo el proyecto hasta ahora. Matías parece empeñado en tener pequeños problemitas en su bici, repitiendo como en el tramo anterior.


Los pastizales seguían oponiéndose al proyecto, >>>


>>> mientras el río seguía transitando hacia su adultez, creciendo en caudal

Matías revisa su corcel y tiene que cambiar una cámara

                Aunque todavía lejos, con el puente a la vista el entusiasmo se renovó y al cabo de 3 horas y 30 minutos estábamos frente al alambrado de la RP 215, separados del puente por una cerrada formación de cardos que era imposible de atravesar sin lastimarnos. Tuvimos que desplazarnos unos 500 metros al oeste para poder subir a la ruta y de ahí llegarnos hasta el puente, final de este tramo e inicio del siguiente.


Pampa un poco cansado pero, con el puente de la RP215 a la vista, revive


La meta al alcance de la mano....


Con ustedes, el puente de la RP 215


Todavía había que cruzar la cerrada formación de cardos secos para concretar


Pero al final lo logramos: liquidado el tramo 03 !!!!!


Panorama desde el puente: de por ahí vinimos >>>


>>> y por acá seguiremos, ahora rumbo a la RP29, en el tramo 04

                Nos reagrupamos sobre el asfalto de la RP215 y pedaleamos hasta una arboleda donde nos tiramos a descansar un poco y a agotar las reservas de agua. Nos quedaban aún unos 8 ó 15 km de enlace según la opción elegida. Obviamente la de 15 km era segura pero muy larga y la de 8 km, lo opuesto. En realidad si había problemas de campo traviesa serían sólo 2 km. Elegimos la más corta…

                Retomamos por el asfalto y en una granja sobre la ruta conseguimos agua fresca, así que con el vital reaprovisionamiento a lo sumo en una horita más llegábamos a los autos.

                Cuando llevábamos 6 km y faltaban sólo 2 km, con el monte donde estaban los autos a la vista, la huella vecinal se puso imposible como sabíamos, pero según el Google Earth había una alternativa través del casco de una estancia. Entré a preguntar y muy “amablemente” nos sacaron vendiendo almanaques. Claro era el casco de un pituco Haras, no era humilde gente de campo, donde generalmente ocurre lo contrario.

                No quedó otro remedio que seguir el “camino vecinal”, que existía como callejón entre alambrados pero estaba tapado de pasto y además, apenas nos adentramos, estaba inundado. Cansados como estábamos después de cinco horas de marcha, este tramo final se volvió una tortura, sobre todo porque casi veíamos los autos pero no avanzábamos. Además el efecto del repelente después de tanto tiempo desapareció y los tábanos se hicieron un festín.

                Conclusión, un poco a pie, otro poco en bici, lentamente desandamos ese camino, que nos llevó a vadear el Samborombón con agua por encima de la rodilla, atravesar un maizal y hasta un chiquero, antes de llegar a los autos; en total tardamos siete horas, de las cuales casi dos para el último pedacito. Esto no lo cuento como hazaña sino para que lo consideren los interesados en participar en tramos futuros. La experiencia está buenísima pero requiere mucha fuerza voluntad para que no sea un sufrimiento. Por suerte, hasta ahora, nadie se fue decepcionado.


La huella en los primeros seis km estaba muy linda y avanzamos rápido


En los primeros tramos del camino vecinal había mucho ganado suelto.


Pero los dos últimos km se volvieron un pastizal inundado, lleno de mosquitos y tábanos

 
EL "camino vecinal" encontró al Samborombón. Elsa y Pablito se zambulleron a cruzarlo

 
Después me tocó a mí y pese a todo, estaba contento


Después del vadeo, el esquema se repitió: pastizales inundados


Por último, atravesamos un maizal antes de llegar

                En realidad este recorrido final “breve” lo hicimos Elsa, Pablito y yo. El resto, que no quiso mojarse en el río, dio un rodeo por el puente Once Bocas que les llevó casi media hora más.

                Mientras los esperamos, desarmamos las bicicletas y en el mismo tambo, a las cinco de la tarde, hicimos uso del clásico disco y repusimos energía con unos exquisitos churrasquitos y algo de pollo con cebollas y ajíes. Una merienda medio rara pero indispensable.

                Y colorín colorado cada unos volvió a su casa, pensando en el próximo tramo. Y rascándose a cuatro manos las picaduras, con la poca energía que nos quedaba.

Continuará....

Pampa
Marzo 2012



 

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