CANQUEL 2019: Recorriendo mesetas chubutenses

HUELLAS ABANDONADAS Y SUS TESOROS ESCONDIDOS NOS VUELVEN A SORPRENDER EN EL INTERIOR CHUBUTENSE

9 al 16 de Noviembre de 2019

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Lunes 11 de Noviembre de 2019: EXPLORANDO EL DESCONOCIDO SUR DE LA SIERRA CUADRADA

SIERRA CUADRADA - ESTANCIA LA PORTEÑA - ESTANCIA LA FLORIDA - ESTANCIA  EL DESCANSO - LA CASA DE PIEDRA - FALLIDO INTENTO A LA ESPERANZA - LAGUNA COLORADA

                La noche de la cena apacible se convirtió en una noche de viento y lluvia que aflojó al amanecer. Nos obligó a demorar un poco el desarmado de las carpas ya que estaba todo mojado pero no más que eso.

                Bastante temprano arrancamos producto que el amanecer era próximo a las cinco de la mañana, así que antes de las ocho ya estábamos en marcha con la mente puesta en conquistar Puesto Pepino esa misma noche amparados en los tracks que teníamos para subir a la Meseta de Canquel  por el sur de la Sierra Cuadrada pasando por la estancia La Esperanza. El día nos depararía otros destinos…

                Primer desvío de la RP27 fue una tentadora huella que entraba a la estancia El Molle desde donde suponíamos que podríamos acceder a La Porteña, haciendo uso de los típicos atajos que nos terminan alargando el camino. A poco de andar a través de un alambrado viejo pero alambrado al fin, el desvío a La Porteña se desdibujaba entre la vegetación. Estábamos muy lejos del punto de interés y sin permisos de acceso como para meternos en problemas, así que reculamos y buscamos el acceso directo a La Porteña un poco más al sur, donde un portal con dos enormes troncos petrificados nos marcaba el inicio. Rápidamente llegamos a la primera estancia de todas las que debíamos atravesar, La Porteña, que guardaba una rica historia asociada al Presidente Perón.




Amanecer en campamento de Sierra Cuadrada - FOTOS: Darío GRANATO


Después de una noche agitada de lluvia y viento, costaba levantarse; el único levantado, el fotógrafo - FOTOS: Darío GRANATO




Esto es acampar en el medio de la nada - FOTOS: Darío GRANATO


La RP27 hacia el sur de la Sierra Cuadrada - FOTOS: Darío GRANATO

 
A falta de madera común, las estancias señalizan con troncos petrificados  - FOTOS: Darío GRANATO

                Una reseña del Perón patagónico, rescatada de Wikipedia:

En 1900, cuando Juan Domingo contaba con cinco años, la familia Perón-Sosa se embarcó en el vapor Santa Cruz con rumbo a la costa marítima de la Patagonia Argentina, a unas estancias de los alrededores de Río Gallegos: Chaok-Aike, Kamesa- Aike y Coy-Aike, o sea en los inicios de un caserío que se ubicaba en antiguos asentamientos tehuelches.​

En 1902 se mudaron más al norte, primero al pueblo chubutense de Cabo Raso, en donde sus parientes lejanos apellidados Maupás tenían propiedades en La Masiega, y posteriormente, en febrero de 1904 se trasladaron a la localidad de Camarones, con motivo de la designación de Mario Tomás (su padre) para desempeñarse interinamente como juez de paz, el 19 de diciembre de 1906.​ Poco después volvieron a trasladarse, esta vez a la finca de su propiedad que denominaron La Porteña, ubicada en la sierra Cuadrada, a 175 km de la ciudad de Comodoro Rivadavia, y más tarde fundaron otra que se llamó El Mallín.

 La historia está bastante bien detallada en una nota de la Agencia Periodística Patagónica: “Los días juveniles de Perón en una estancia patagónica” http://appnoticias.com.ar/app/los-dias-juveniles-de-peron-en-una-estancia-patagonica/

                Y había despertado nuestra curiosidad, motivo por el cual nos asomamos a ver qué podíamos descubrir y de paso preguntar por otros enigmas de la zona, como el misterioso Chalet de Piedra.

                La estancia es de una construcción bastante humilde y tuvimos la suerte que como estaban esperando a la comparsa de los esquiladores, su encargada Dora Chaile, sobrina bisnieta  de Perón estaba allí, una completa casualidad. Ello nos permitió que casi en primera persona hayamos podido escuchar la confirmación de lo que habíamos leído en Internet.

                También nos permitió fotografiar muchas cosas, entre otras el humilde friso que recuerda la fundación del establecimiento, los carretones usadas a principios de siglo para transportar la lana y hasta la famosa gorra del General Perón que se encuentra allí atesorada  junto con otros recuerdos. Tuvimos la suerte de ser algunos de nosotros los pocos que la vieron en vivo.a

                Nos despedimos de la amable Dora, que además nos dio algunas pistas más del Chalet de Piedra, que ella conocía pero no nos pudo dar muchas más precisiones de su posición y seguimos hacia el oeste rumbo a la Meseta de Canquel. De acuerdo a lo que nos dijo, seguramente en la estancia La Florida de los Thomas podrían indicarnos mejor y hacia allí fuimos.


Llegando a la famosa La Porteña - FOTOS: Sergio ZEREGA y Pablo ANASTASIO


En la misma puerta de la estancia La Porteña, propiedad del padre del Juan Domingo Perón - FOTO: Pablo ANASTASIO


El friso pintado en 1909 (110 años atrás), mientras fotografiamos acompañados de Dora Chaile, sobrina bisnieta de Perón
FOTOS: Sergio ZEREGA y Darío GRANATO


La construcción es muy humilde pero sobrevive pese a sus 110 años - FOTOS: Sergio ZEREGA

 
La estancia aún está activa - FOTOS: Sergio ZEREGA y Pablo ANASTASIO


 

Viejísima carreta aún permanece de pie  en los fondos de la estancia - FOTOS: Sergio ZEREGA, Darío GRANATO y Pablo ANASTASIO


Increíblemente la gorra del General Perón está aquí !!!! - FOTO: Darío GRANATO


Mas ocultos recuerdos de Perón militar: su designación como Teniente y luego Capitán de infantería por el Presidente Agustín P. Justo
FOTOS: Darío GRANATO

                Después de la grata sorpresa de La Porteña, elegimos ir por la huella de “abajo” hasta el acceso a La Florida, que está bastante elevada respecto al pedemonte de la Sierra Cuadrada. Subimos  unos doscientos metros y en un abrigado y escondido cañadón, una hermosa y profusa arboleda escondía a La Florida, donde nos detuvimos en la tranquera para parlamentar. Enseguida aparecieron los Thomas padre e hijo, quienes también nos confundieron con los esquiladores que estaban esperando.

                Por supuesto que rápidamente les explicamos que cualquier cosa menos pelar ovejas y que teníamos intenciones de llegarnos a La Esperanza,  claro está si nos franqueaban el paso. Como todos nos dijeron que hace rato que nadie andaba por ahí y que no sabían si era posible pero que no tenían problemas en dejarnos pasar. Al consultarlos sobre el Chalet de Piedra, nos dieron la precisa: siguiendo la huella que atraviesa La Florida, al llegar a la otra estancia, El Descanso (Según los Thomas, perteneció a un tal Dickanson y su nombre tal como indica el IGM, desconocido para ellos, probablemente haya sido una deformación de dicho apellido), debíamos volver a bajar al llano y lo íbamos a encontrar en una de las huellas que se desprenden del camino de “abajo”.

                Agradecidos por el permiso y los datos, seguimos adelante por una bonita huella de cornisa donde venían arreando una enorme cantidad de ovejas para la esquila que se venía inminente. Al encontrar El Descanso bajamos según las indicaciones y seguimos por el llano hacia el oeste hasta que se abrió una huella hacia arriba completamente abandonada y la encaramos. A lo lejos un montecito bien verde presagiaba algo y los corazones empezaron a latir fuerte. Al acercarnos un brillante techo de zinc apareció entre los árboles y ahí supimos que estábamos frente a uno de los objetivos del viaje: el Chalet de Piedra, una construcción completamente inesperada, estaba ahí para que la descubramos y disfrutemos.

                Según nos contaron fragmentariamente perteneció a un tal Juan Slebuch (o algo así)  y que hasta no hace mucho lo estuvo ocupando pero la inundación de hace unos años anegó la Laguna Colorada donde tenía sus animales y no le quedó casi nada, así que abandonó todo y se fue…

                Se nota que fue una decisión inesperada porque muchas cosas estaban como si la huida hubiese sido muy rápida. Apenas estaban con candados las puertas, cerradas las ventanas y el resto quedó como si alguien fuese a volver. Un panel solar quedó como mudo testigo de la actividad pasada lo mismo que una pila de leña perfectamente cortada y un par de palas apoyadas contra las paredes.

                La construcción es muy llamativa, completamente diferente a las de todas las estancias de la zona, con sus paredes de piedra perfectamente dispuestas, con un techo de chapas de zinc a cuatro aguas y  rodeada de una nutrida arboleda regada por un abundante manantial. Realmente valió la pena hacer el esfuerzo de encontrarla. Curiosamente, de acuerdo al IGM, también el establecimiento se llamaba La Esperanza, igual que nuestro próximo destino.

                Aprovechamos la sombra y la hora para almorzar en ese magnético lugar antes de seguir adelante por la huella de “abajo” que hasta ahora se había comportado de maravillas, pese a las advertencias de Gerardo respecto de los zanjones,  aunque claro está todavía circulábamos por zonas habitadas.


El "transitado" camino "de abajo" nos permite ir enhebrando viejas estancias - FOTOS: Claudio GUANCIAROSSA


El acantilado borde sur de la Sierra Cuadrada - FOTO: Darío GRANATO


Entrando a la estancia La Florida - FOTOS: Claudio GUANCIAROSSA y Darío GRANATO


Impresionante arreo de ovejas para la esquila - FOTO: Julio SASTRE


La huella que íbamos a seguir venía ocupada por el arreo, así que tuvimos que esperar - FOTOS: Pablo ANASTASIO


Ahora recorríamos el camino de "arriba" gracias al permiso de los señores Thomas - FOTOS: Darío GRANATO y Pablo ANASTASIO

 
Desde esta huella se podía ver la laguna Colorada y encontramos otra estancia, El Descanso  - FOTOS: Darío GRANATO y Sergio ZEREGA


Desde El Descanso, retornamos al camino "de abajo" buscando el misterioso Chalet de Piedra - FOTOS: Darío GRANATO y Pablo ANASTASIO


Unas vegas con agua y una arboleda frondosa, algo debían esconder en estas soledades... - FOTOS: Pablo ANASTASIO


Una calle alambrada y bordeada con tamariscos nos condujo a ...  - FOTOS: Pablo ANASTASIO


El Chalet de Piedra !!!! (Hasta pararrayos tiene) - FOTO: Darío GRANATO


El frente del chalet, muy pero muy bonito, aunque deshabitado... FOTOS: Pablo ANASTASIO
 

Increíble construcción, muy diferente a los habituales cascos de estancia y de una calidad excelente - FOTOS Sergio ZEREGA


Vean la prolijidad del apilado de las piedras y las terminaciones de las juntas, teniendo en cuenta
 que no hay mucha de este tipo de piedra en la zona - FOTOS: Darío GRANATO y Sergio ZEREGA



La parte trasera del chalet de piedra - FOTOS: Darío GRANATO


Cosas viejas y curiosas que encontramos por ahí - FOTOS: Sergio ZEREGA


 
 
Una construcción auxiliar seguramente derribada por el duro clima, que tal vez Antonio habitó por 21 años - FOTOS: Sergio ZEREGA


Alejado de la casa, un galpón vacío que atesora algunas trastos viejos interesantes - FOTOS: Sergio ZEREGA


Una montura y una vieja lata de leche NIDO - FOTOS: Sergio ZEREGA

   
Antiguo corral y restos de un carro, todo abandonado - FOTOS: Sergio ZEREGA

                Al volver a la huella de “abajo”, después del desvío al Chalet de Piedra, la misma comenzó a verse muy deteriorada. Evidentemente el acceso a las últimas estancias después de La Florida y El Descanso, si existe, es por “arriba”.

                Algunos zanjones transversales muy erosionados fueron apareciendo pero sin mayores dificultades para sortearlos y en algunos tramos había que buscar un poco la huella medio desdibujada, pero siempre aparecía.

                Tuvimos un pequeño susto cuando en un tramo que la huella se perdía, me distraje un instante y dejé a la Pampa 02 en situación muy comprometida al meter la rueda trasera al borde de una profunda grieta y dejarla a décimas de grado de volcarla. La rápida asistencia de los muchachos con dos malacates me sacó sin riesgo de la situación aunque por un rato sentí que el último tramo de mi tracto intestinal se colmaba de interrogantes (lo había escrito en una forma más vulgar pero me pidieron guardar las formas).

                Comenzamos el ascenso al abra de la Sierra Mesa que nos depositaría en el “golfo” donde se aloja La Esperanza, cuando la huella se convirtió en un largo zanjón transversal fruto del escurrimiento de las aguas. Lo peor que no sólo la huella estaba intransitable sino que al ganar altura, como es natural el tamaño de las piedras adyacentes crecía y era cada vez más difícil transitar por los laterales de la misma. A 1500 metros del abra decidimos cortar porque la velocidad de avance era extremadamente lenta y pese a los asomos a pie, no teníamos certeza qué pasaba después del abra. No tenía sentido invertir casi todo el día renegando sin saber si todavía restaba lo más difícil, ya que esto mismo en bajada hubiera sido terrible.


Como podrán apreciar, la huella de "abajo" por momentos estaba casi totalmente borrada - FOTOS: Claudio GUANCIAROSSA y Darío GRANATO

 
Aunque por momentos reaparecía - FOTOS: Darío GRANATO

 
En un descuido me comí un zanjón de refilón y casi vuelco... - FOTOS: Pablo ANASTASIO y Darío GRANATO




Había quedado bastante escoradito pero los muchachos con dos malacates me sacaron sin dificultades, después de gastarme un buen rato
FOTOS: Guillermo LOZA y Matías ANASTASIO (x3)
     
Seguimos un buen trecho más hacia el oeste pero la huella casi no existía y estaba completamente erosionada - FOTO: Pablo ANASTASIO


Este era el panorama para seguir adelante. Nos iba a levar mucho tiempo y decidimos pegar la vuelta - FOTOS: Sergio ZEREGA y Darío GRANATO


Raros montículos de piedras redondas, con extrañas figuras interiores - FOTOS: Dario GRANATO

 
Único curso de agua que cruzamos en todo el día - FOTO: Darío GRANATO

                Ante esta imposibilidad volvimos al punto de salida del Chalet de Piedra y como plan B optamos por dirigirnos al sur, bordeando por el oeste la Sierra Mesa e intentar alguno de los cruces que habíamos dibujado para aterrizar en el Guadal Grande y si esto fuera imposible, el plan C sería subir a El Descanso e intentar el camino de “arriba” de nuevo a La Esperanza. El plan D finalmente sería usar la llave de la tranquera de La Juanita, lo que hubiera significado casi toda una jornada adicional de marcha para, finalmente, lograr subir a la meseta del Canquel.

                La huella al sur arrancó bien pero al meterse dentro del cauce seco de la Laguna Colorada se desdibujó hasta desaparecer; solamente se veía bien en los lugares más altos no alcanzados por el nivel de agua cuando la laguna está llena pero sin embargo no era problema alguno porque el fondo seco estaba más que bueno para transitarlo, incluso bastante rápido y divertido.

                Por otra parte el fondo de la laguna comenzó a sorprendernos con sus variados colores: barro seco marrón claro, arena blanca y vegetación verde, rojiza y amarilla nos hacían olvidar que estábamos en una de las zonas más desérticas de la Patagonia.


En donde los GPS nos indicaban la cercanía de la laguna Colorada no había huellas y oteamos el horizonte para tratar de ver cómo llegar a esa superficie "marciana" - FOTOS: Darío GRANATO y Sergio ZEREGA


Le buscamos la vuelta y fuimos arrimando a la roja planicie sin saber si no nos tragaría el barro - FOTOS: Darío GRANATO y Sergio ZEREGA

 
Y finalmente logramos pisarla. Y por suerte el piso era firme y transitable - FOTOS: Darío GRANATO


A medida que nos adentrábamos, cada vez su color era más rojizo y nuestra confianza aumentaba - FOTOS: Sergio ZEREGA

     
Ojo, que más adelante veo algo extrañamente verde amarillo ??? - FOTO: Darío GRANATO

 
Apareció la vegetación en pleno desierto? Parece que si... - FOTOS: Darío GRANATO

 

 
Una explosión de colores como si fuese una gran isla en el medio de la laguna Colorada. Seguramente
 donde lse concentraronos últimos atisbos de humedad - FOTOS: Darío GRANATO y Sergio ZEREGA




Luego de la colorida sorpresa, volvimos a terreno marciano - FOTOS: Guillermo LOZA y Darío GRANATO (x2) y Pablo ANASTASIO

                Al acercarnos a las estribaciones de la Sierra Mesa también su aspecto nos deslumbró transportándonos a coloridas serranías norteñas y un ancho cauce seco se abrió ante nosotros en coincidencia con un bypass loco que habíamos imaginado desde el escritorio. Por supuesto lo abordamos y avanzamos varios kilómetros hasta que lo avanzado de la tarde nos obligó a aprovechar un precioso lugar de campamento en un reparado recodo del río con abundante leña para el fogón.

                Cómodamente armamos el campamento y mientras tanto Guillermo se ocupó de preparar unos exquisitos bifecitos de cerdo al disco con cebollas y morrones más un delicioso puré de papas.

                Al calor del fogón y degustando unos buenos vinos se nos hizo de noche bajo un manto de silencio sepulcral iluminados por una luna llena que casi hacía innecesaria la luz artificial.

                El día había sido largo y uno por uno fuimos cayendo en los brazos de Morfeo. En mi caso estaba tan lindo que me quedé leyendo en la Kindle sentado sobre un médano cercano hasta pasada la medianoche. Pequeños placeres que nos damos los travesistas. Mejor lugar, imposible…

 

 




Las primeras estribaciones de la ignota Sierra Mesa nos deslumbraron por su colorido - FOTOS: Darío GRANATO (x5) y Claudio GUANCIAROSSA





  
A jugar un poco trepando un escaloncito de la Sierra Mesa - FOTOS: Darío GRANATO


Esto si que es disfrutar con los mejores amigos! - FOTOS: Matías ANASTASIO

 
Este valle transversal sería el inicio de la aventura de mañana de atravesar la Sierra Mesa - FOTO: Pablo ANASTASIO


Campamento en un cauce seco con suave piso de arena y a reparo del viento eventual - FOTOS: Darío GRANATO


Perspectiva de la zona del campamento - FOTOS: Darío GRANATO


A disfrutar del descanso después de un largo día de travesía - FOTOS: Darío GRANATO

 
Los cocineros designados a cargo de bifecitos de cerdo al disco con cebollas y morrones más  puré de papas - FOTOS: Darío GRANATO




Por si fuera poco, la luna nos brindó un espectáculo inigualable - FOTOS: Darío GRANATO (x2) y Pablo ANSATASIO (x2)

 
Un fogón inolvidable para cerrar el día - FOTO: Darío GRANATO

LO DEL PAMPA SIERRA MESA Y LA IRA DE PEPINO >>