2 CONFLUENCIAS EN LA RUTA 22

OTRA LARGA CAMINATA

 El síndrome de abstinencia de cazar confluencias (http://www.confluence.org/) estaba haciendo estragos en nosotros, así apenas pudimos acomodar algún día libre, tratamos de volver a las andadas para no enloquecer. Dos confluencias cercanas a la ruta 22 que habíamos dejado de lado en el último viaje de cacería mayorista, sospechosamente no visitadas antes pese a su aparente accesibilidad, serían nuestro objetivo. Quedan cada vez menos, lejanas y normalmente más complicadas. Yo salí de Buenos Aires el domingo por la mañana para encontrarme con Pablo en Bahía Blanca por la tardecita del domingo y salir desde allí con su chata para estar cerca de la primera bien temprano por la mañana. Así lo hicimos y terminamos durmiendo en Choele Choel, donde llegamos poco antes de las tres de la mañana. Nos despertamos al amanecer con la salida del sol y con mucho frío, tal como siempre pasa cuando uno duerme en el vehículo. Cargamos combustible y nos largamos por el track más directo que habíamos diseñado en el Google Earth, subiendo a las bardas por el acceso a la Estación de Bombeo de Mega S.A., en donde entramos para consultar pero no supieron decirnos si encontraríamos tranqueras cerradas o no, ya que nunca habían intentado ir por la zona de la confluencia. Si bien ir por la traza del gasoducto nos hubiera sido útil, debido a que de allí debíamos acceder a propiedades privadas de las cuales deberíamos obtener el permiso in situ, decidimos no poner en compromiso al encargado y ni si se lo mencionamos. Nos arreglaríamos por nuestra cuenta.

Empezamos a ir hacia el oeste hasta que encontramos un alambrado con un cortafuego que salía hacia el norte y lo seguimos hasta llegar al paralelo 39 donde nos pusimos a 5,4 km de la confluencia, pero sin poder pasar con las chatas. 500 metros antes vimos otro cortafuego que seguía hacia el oeste pero no podíamos sortear el alambrado con la chata.
Ahí evaluamos usar la segunda opción que habíamos llevado, que implicaba volver a la ruta 22 y hacer un gigantesco rodeo que parecía arrimarnos más, desde Chimpay. Casualmente apareció el propietario del predio donde circulábamos y le comentamos nuestro proyecto pero no pudo asegurarnos si por el otro lado encontraríamos tranqueras abiertas. Entonces, decidimos no intentarla ya que invertiríamos mucho tiempo sin resultado asegurado y que en el mejor de los casos tardaríamos lo mismo que yendo a pie desde ahí. ¡ Qué buena idea hubiera sido tener un par de bicicletas todo terreno !!.

 

Así que, como el clima era agradable, dejamos ahí la chata con el permiso del dueño y nos hicimos la larga caminata en buena parte por la picada y el resto a campo traviesa, totalizando seguramente más de 12 km entre ida y vuelta, debido a los naturales rodeos.

 

Al llegar a las cercanías de la confluencia alcanzamos a divisar un puesto donde se podía ver un vehículo, por lo que tal vez podríamos haber intentado por la otra opción, aunque nunca sabremos si nos hubieran permitido entrar.

 
Tan cansados estábamos de caminar que no quisimos hacer el kilómetro que faltaba para llegar al puesto y averiguarlo, así que sacamos las fotos y nos volvimos: Río Negro ahora tiene todas sus confluencias capturadas o al menos con intento de captura.

 Por el camino unos caballos y unas vacas vinieron a espiar que cuernos estábamos haciendo por allí.

Ya en la chata, después de devorar unas empanadas y reponer líquido, naturalmente atrasados de nuestras previsiones horarias salimos raudamente hacia el otro desafío, la 3967 al norte de Villa Regina, sobre las bardas

EL ESQUIVO MERIDIANO 67

Apenas salimos con la chata se levantó un fuerte viento proveniente del oeste que envolvía todo en una polvareda infernal: hubiera sido difícil caminar en esas condiciones. A medida que nos acercábamos a Villa Regina por la ruta 22, era cada vez más fuerte. Hicimos un breve alto en la estación ferroviaria de Villa Regina para tomar unas fotos para la otra colección de Pablo y de allí subimos a la barda para ir en busca de la confluencia.

Pese a tener un track claro en el GPS, arriba hay tantos caminos que se abren en abanico que inevitablemente tuvimos unas cuantas incursiones equivocadas que nos permitieron alguna pequeña dosis de off road con la excusa de acortar camino.

 

Cuando encontramos la traza de los gasoductos Neuba y Mega nos dirigimos hacia el meridiano 67, mirando hacia el norte alguna posibilidad de acceso vehicular. Una picada sísmica muy vieja que nos arrimaba a unos 2 km no nos entusiasmó mucho debido a que estábamos con un vehículo solo. Cerca del meridiano apareció un alambrado que no nos permitía entrar pero que internamente tenía la picada que buscábamos. Estábamos separados 3.5 km de la confluencia y nos pesaba el cansancio de caminar otros 7 km, por lo que volvimos sobre nuestros pasos para tratar de ingresar al campo, que según los mapas se llamaba “La Rosita” y que tenía un puesto más o menos cercano.

La tranquera con el candado abierto fue un buen indicio y fácilmente encontramos el casco de la estancia, donde encontramos a uno de los dueños. Nos atendió muy amablemente pero no nos autorizó a ir hacia la confluencia, ya que tenían la costumbre de consultar con sus socios cuando debían permitir el acceso de personas ajenas al campo. De hecho nos dijo que había sido casual que encontráramos la tranquera sin candado. Ahí terminó nuestro intento en esta oportunidad, que fue la primera vez donde no pudimos convencer al propietario aunque pensándolo bien es atendible: le dijimos que veníamos de Buenos Aires y Bahia Blanca, sin ningún interés comercial, sólo a sacarnos una foto en el medio de la nada. Quien nos puede creer?

 

Le dejamos una copia de la “Letter for landowners” para que pudiera verificar nuestras intenciones para alguna visita futura. Al menos a mí, el meridano 67 me tiene de hijo: solo una exitosa en seis intentos.

 

Salimos del campo, sacamos alguna foto para el relato y antes de bajar la barda, pasamos a visitar la enorme estatua del Indio Comahue que vigila Villa Regina, aunque el viento y el polvo se ocuparon que la misma fuera corta.

 

Antes de emprender el retorno a Bahía Blanca nos desviamos para ir a ver la balsa que cruza el Rio Negro a la altura de la Isla 58, que habíamos visto en los mapas para su uso futuro en algún otro viaje. Si bien los carteles la muestran operativa no vimos ni vestigios de la misma; existirá todavía?

 

Llegamos a Bahía Blanca a eso de las 10 de la noche, con la satisfacción de haber esquivado por un día la abstinencia confluenciera. Igual ya teníamos más planes en mente: La Pampa tiene tres pendientes para tenerlas todas visitadas y seguramente serán nuestro próximo objetivo. Otra vez nos espera el esquivo meridiano 67 con dos presas intactas para defender.