VIEJAS ASPIRACIONES CUMPLIDAS, PASÁNDOLA BOMBA

19 al 28 de Febrero de 2016

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MIÉRCOLES 24 DE FEBRERO DE 2016: EL INÉDITO CRUCE DESDE LA ORIENTAL AL LAGO POSADAS

                No nos levantamos muy temprano. Por un lado había que estar descansado para el reto que nos esperaba y por el otro debíamos esperar la llegada de la octava chata, que venía desde Malargüe al comando del Pitufo.

                Actividad fabril en el patio de La Oriental poniendo todo a punto: revisión de neumáticos, recarga de combustible, desayuno, mateadas, etc.

                Suponíamos que el cruce nos demandaría un día y medio o dos por lo que descontábamos un campamento en la montaña, así que teníamos que tener todo previsto.

                Eduardo Lada no nos iba a poder acompañar en todo el cruce como estaba previsto ya que le aparecieron nuevos huéspedes en la estancia que debía atender, así que nos pusimos a repasar sus puntos de vista sobre nuestros tracks sobre Earth Google. En la mayor parte de los recorridos estábamos de acuerdo excepto en su propuesta por dónde subir la primera cuesta, que no coincidía con ninguna de nuestra variantes y no nos parecía viable. Él nos acompañaría hasta la laguna Piedra Clavada y nos indicaría en el sitio el lugar por donde él subió alguna vez con su cuatriciclo.

                Cerca de mediodía apareció el Pitufo con su SW4 acompañado de su esposa y de una perrita caniche, así que no tardamos en arrancar la multitudinaria caravana de ocho chatas. Si lográbamos pasar la huella quedaría bien marcada…

                Rápidamente subimos a la zona de Piedra Clavada, la que varios ya conocíamos y que maravilló al resto por las impresionantes vistas del Lago Belgrano y del Monte San Lorenzo.

                Llegado a la vera de la laguna, Eduardo nos mostró su vía de acceso sugerida y la verdad que desde allí no parecía tan difícil, así que optamos por hacerle caso, al menos como Plan A.


Amaneciendo en la zona de camping de La Oriental - FOTOS: Sergio ZEREGA


Los nuevos Dormis de La Oriental donde nos acomodamos a la noche - FOTO: Sergio ZEREGA


Frente a nosotros, las montañas que intentaríamos atravesar por sus filos rumbo al lago Posadas - FOTO: Alejandro BONNIN


Un plato volador en La Oriental? No, es un comedero para los animales acompañado de un pluviómetro... - FOTOS: Alejandro BONNIN


Invernadero con verduras y el patagónico casco de La Oriental, lleno de aventureros - FOTOS: Sergio ZEREGA y Alejandro BONNIN


Por fin salimos con rumbo a las alturas de la laguna Piedra Clavada - FOTOS: Guillermo LOZA y Hugo BERRY RHYS


Adentrándonos en las nacientes del río Belgrano, el San Lorenzo se asoma comienza a asomarse - FOTOS: Alejandro BONNIN y Hugo BERRY RHYS


Y así nos regala una postal espectacular - FOTO: Sergio ZEREGA


Ganando altura por la entretenida huella que lleva a la laguna Piedra Clavada, en los confines de la La Oriental - FOTOS: Hugo BERRY RHYS


A poco de subir, reaparece el hermoso lago Belgrano, con su curiosa península que lo divide en dos - FOTOS: Alejandro BONNIN


Como hormiguitas, nos vamos encaramando en los cerros que pensamos atravesar más allá de las huellas conocidas - FOTOS: Guillermo LOZA


Rumbo al cielo, por una huella que pese a estar bien marcada, exige a los motores - FOTOS: Guillermo LOZA


La huella se empina mucho en tramo final - FOTOS: Guillermo LOZA


Tanto se empina que al final llegamos al cielo... - FOTOS: Guillermo LOZA


Y el cielo nos recibió con sus habituales espectáculos patagónicos - FOTOS: Hugo BERRY RHYS


Igualmente el primer escalón "pavimentado" del cruce nos hizo subir un poquito más - FOTOS: Guillermo LOZA y Alejandro BONNIN


Y desde el cielo, podíamos apreciar las cumbres nevadas que enmarcaban el precioso lago Belgrano - FOTO: Alejandro BONNIN


Una playa de estacionamiento un tanto incómoda...  - FOTO: Alejandro BONNIN


A poco de andar, donde las huellas se acaban, la laguna Piedra Clavada y la pequeña
laguna de la izquierda que cuando rebalsa, la alimenta - FOTOS: Hugo BERRY RHYS


Algunos del grupo se tentaron y bajaron a la lagunita empujados por Elsa, que conocía las subiditas
interesantes que tiene. Como nos iban a faltar desafíos, se fueron a jugar un poco... - FOTOS: Hugo BERRY RHYS


Elsa trepa mientras el Tape toma carrera para intentarlo - FOTOS: Hugo BERRY RHYS


Y después de varios intentos, el Tape subió - FOTOS: Hugo BERRY RHYS


Después del breve recreo de los ansiosos, nos encolumnamos hacia las orillas de la laguna
Piedra Clavada, donde se terminan las huellas - FOTOS: Guillermo LOZA y Sergio ZEREGA


La tenue huella que se va desdibujando al acercarnos a la laguna, donde empezará nuestra verdadera aventura - FOTO: Alejandro BONNIN


En las orillas de la laguna, Eduardo LADA nos aguardaba para darnos las últimas
sugerencias basadas en la experiencia de haber hecho el cruce en cuatriciclo - FOTOS: Guillermo LOZA

 
Mientras tanto la laguna Piedra Clavada nos deleitaba con sus colores y sus curiosas formaciones rocosas - FOTOS: Hugo BERRY RHYS


¿Cómo íbamos a llegar del otro lado? Sus laderas eran muy inclinadas... - FOTOS: Hugo BERRY RHYS y Alejandro BONNIN


¿Habrá que vadear? - FOTO: Alejandro BONNIN

                Nos despedimos de Eduardo Lada y comenzamos con una nuevo tipo de vadeo en la laguna Piedra Clavada: el vadeo perimetral, método adoptado para sortear el primer obstáculo, el cual ya habíamos explorado con éxito junto con Elsa el año pasado: casi un kilómetro medio inclinaditos lateralmente con el agua a la altura de los zócalos como aperitivo.

                Una vez "atravesada" la hermosa laguna, llegamos a un extenso mallín donde confluían varios arroyos que bajan de las montañas vecinas los cuales tuvimos que ir cruzando buscándole la vuelta porque los pequeños pero profundos afluentes eran trampas inocentes que nos hacían perder mucho tiempo.

                Cruzada la parte baja sólo nos quedaba subir por el costado de otro mallín que bajaba del cerro que queríamos escalar enfrentando la pared que nos había indicado Eduardo. A medida que subíamos parecía cada vez más empinada y cuando la tuvimos a tiro nos convencimos que era por allí porque alcanzamos a ver incipientes marcas de huellas de cuatriciclos. Sin ver esas huellas, no creo que hubiésemos encarado por ahí.

                Nos reagrupamos en la base de la trepada y por unanimidad me mandaron al sacrificio de verificar si se podía subir; al fin y al cabo yo era el que los había metido en este lío, así que no pude declinar el desafío.

                Sin más, tomé el guante y encaré para arriba en segunda baja bien pero bien alegre. Efectivamente era muy empinada pero el piso era bastante firme por lo que no tuve demasiados problemas en llegar arriba, excepto por esa rara sensación de subir mirando al cielo ya que por el ángulo no se alcanza a ver el terreno.

                La recompensa fue inmejorable: el cerro San Lorenzo parecía tan cerca que casi se podía tocar con la mano pese a que por lo menos teníamos casi 2000 metros de desnivel. El paisaje general era alucinante con formas y colores como la recóndita Patagonia nos tiene acostumbrados.

                Después de mi éxito, los demás se largaron hacia arriba y rápidamente reagrupamos frente al mirador del San Lorenzo: la travesía en serio había empezado !


Y si, había que vadear en forma perimetral... - FOTOS: Guillermo LOZA y Hugo BERRY RHYS


La pendiente de los laterales imposibilitaba ir por lo seco, obligando a vadear - FOTO: Hugo BERRY RHYS

 
Sólo pudimos hacer esto porque Eduardo LADA nos reveló el secreto - FOTOS: Hugo BERRY RHYS


El cerro Belgrano con su cimas escarpadas y afiladas y la Piedra Clavada que le da el nombre a la laguna - FOTOS: Sergio ZEREGA


Las llamativas canaletas en forma de "V" que habíamos visto en el Earth Google existían!
Ahora había que subirse a esas crestas para dirigirse off-road al lago Posadas - FOTO: Sergio ZEREGA

 
Después de nuestro particular vadeo, fuimos dejando atrás la hermosa laguna Piedra Clavada - FOTOS: Guillermo LOZA y Hugo BERRY RHYS


Comenzamos a subir rumbo al lago Posadas y la laguna Piedra Clavada nos despidió
con un fantástico cambio de color como despedida - FOTOS: Sergio ZEREGA y Alejandro BONNIN


Cuando estudiamos nuestro viaje en el Earth Google, descubrimos unas extrañas canaletas que recorrían los cerros...


Es emocionante corroborarlas en el terreno - FOTO: Sergio ZEREGA


Monolitos y esculturas naturales por doquier - FOTOS: Guillermo LOZA y Hugo BERRY RHYS


Vallecito donde se forma algun pequeño afluente del río Belgrano,
el cual corre en en valle paralelo más al oeste - FOTO: Hugo BERRY RHYS


Antes de subirnos a las crestas de las montañas había que atravesar este inofensivo mallín... - FOTO: Alejandro BONNIN


Preguntar al Tape por lo de inofensivo... - FOTOS: Guillermo LOZA


Necesito ayuda para zafar (y no fue el único) - FOTOS: Hugo BERRY RHYS y Guillermo LOZA


Realmente parecían inocuos pero todos nos colgamos alguna vez - FOTOS: Guillermo LOZA y Sergio ZEREGA


Atravesado el tramposo mallín, ahora había que trepar. La sugerencia de Eduardo era subir al filo que se ve a la izquierda
desde por encima de las manchones verdes, accediendo desde el centro de la imagen. Allá vamos!!! - FOTO: Alejandro BONNIN


Acá se aprecia perfectamente el cordón que debíamos subir. Treinta kilómetros más allá, el lago Posadas. - FOTO: Sergio ZEREGA


El terreno que siempre de lejos parecía "lisito", no era tal... - FOTOS: Guillermo LOZA


No tenía gran dificultad, pero era divertido ir sorteando obstáculos - FOTOS: Guillermo LOZA


Lentamente subíamos y nos acercábamos a la fuerte pendiente final en la que nos había embarcado Eduardo Lada - FOTOS: Guillermo LOZA


Llegamos a la "plataforma de lanzamiento" y Hugo me dice: "Ahi tenés la subida, toda tuya..." - FOTOS: Alejandro BONNIN


La zona de piedra negra, cual punta de flecha, indicaba el "camino" al cielo - FOTO: Alejandro BONNIN


Como dice Machado: "Y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar" (En este viaje...) - FOTO: Sergio ZEREGA

  
Allá vamos, rumbo al cielo !!! - FOTOS: Alejandro BONNIN


Al encarar, el problema no era únicamente la pendiente, sino el mar de piedras que había atravesar; sin embargo, ubicamos las
incipientes huellas de los cuatriciclos y nos montamos en ellas: primera a fondo con sólo el cielo en el parabrisas - FOTOS: Guillermo LOZA


Pampa 02 ya casi arriba - FOTO: Guillermo LOZA
 

 
Después de haber "sacrificado" al pichón, el grupo siguió sus pasos - FOTOS: Hugo BERRY RHYS


Allá arriba parecían haber caído unos chubascos aislados de pequeños
meteoritos, los que había que andar esquivando - FOTO: Hugo BERRY RHYS


Esquivados los meteoritos, nos encaramos a un improvisado mirador que nos brindó unas panorámicas inolvidables - FOTO: Sergio ZEREGA


Tal ésta sea la mejor, con las montañas del Parque Nacional Perito Moreno y una puntita del lago Belgrano incluida - FOTO: Sergio ZEREGA


Pronto llegaron más visitantes al desconocido mirador - FOTOS: Guillermo LOZA y Alejandro BONNIN


Paisajes impactantes, que seguramente las fotos no alcanzan a poner en evidencia - FOTOS: Hugo BERRY RHYS y Sergio ZEREGA


Un balcón privilegiado para apreciar el hermoso cerro San Lorenzo asomándose tímidamente - FOTO: Sergio ZEREGA


Enfrente nuestro, el cordón más claro al que debíamos acceder para dirigirnos por su filo
hacia el norte (en la foto hacia la derecha) en busca del lago Posadas - FOTO: Sergio ZEREGA

                Desde ahí arriba evaluamos las opciones, básicamente seguir por los filos hasta donde se pueda o largarse por el cauce de los arroyos que terminan en el lago Posadas. Los cauces vistos de arriba eran tentadores pero casi siempre se ponen complicados por angosturas o grandes piedras, sobre todo cerca de sus nacientes; los filos son más transitables, pero inevitablemente alguna vez hay que bajar y a veces eso no es posible. Eduardo había recomendado seguir por los filos pero no nos pudo precisar hasta donde.

                Seguimos por los filos que nos quedaban al oeste, que se mostraban más transitables y en las satelitales parecían ofreces bajadas con pendientes teóricas potables; además ofrecías vistas aéreas geniales.

                Los primeros tramos fueron perfectos, es decir lisos y con piso firme pero al intentar subir a un escote encontramos un poderoso pedregal que dio bastante trabajo sortear: quienes encaramos el pedrero anduvimos esquivando grandes piedras y quienes lo esquivaron amagaron encajarse en el terreno suelo. Pero todos pasamos.

                Luego sobrevino el inicio de un cañadón con un plano inclinado de piedra suelta que nos llevaba al cauce que habíamos querido evitar por ahora, lo sorteamos surfeando de costado con acelerador a fondo, una sensación hermosa siempre que no pierdas potencia. Daba gusto ver las chatas de costado como caballos de desfile, algo muy divertido. También lo superamos con alguna encajadita parcial sin consecuencias.

                Más adelante el filo se cortó abruptamente y debimos subir por una cresta empinada un poco más al este que se mostraba muy firme y a partir de allí un gran playón que invitaba a andar rápido para ganar distancia.  Y allí sobrevino el gran problema: el traicionero “mallín de piedras” que ya nos había castigado en viajes anteriores se “comió” a cuatro de las chatas a la vez y por desgracia bastante separadas entre si debido a la velocidad que veníamos desarrollando. Germán y el Pitufo estaban enterrados hasta las muelas a 50 o 60 metros del terreno firme, mientras que Hugo Perret y el Tape se habían encajado más cerca, a tiro de eslinga o malacate debido a que habían visto las consecuencias de los que venían delante. Hugo Berry y Elsa rescataron rápidamente a estos dos últimos, mientras Guillermo Loza y yo nos quedamos en la zona firme sin arriesgar.

                El asunto era traer esas dos chatas a tierra firme, lo cual implicó el uso intensivo de malacates y multitud de eslingas para cubrir la distancia, con el consecuente trabajo de recoger y quitar eslingas a ritmo de malacate. Además, sobre todo al inicio hubo que anclar las chatas que estaban sobre firme porque únicamente con su peso no alcanzaba Nos llevó casi cuatro horas hacer zafar de la varadura a las dos chatas más alejadas.


Después de empacharnos de paisajes en el mirador, había que seguir hacia el norte, por
terrenos completamente desconocidos - FOTOS: Alejandro BONNIN y Guillermo LOZA


Ahora se venía la parte más incierta. Primero había que encaramarse al cordón más claro
de la izquierda, pasando detrás del cerrito con la punta oscura - FOTO: Hugo BERRY RHYS


Comenzamos en forma promisoria: inmensas extensiones de piedras bastante compactas que
permitían avanzar sin dificultades hacia los filos - FOTOS: Alejandro BONNIN y Guillermo LOZA


Y desde los filos apareció al alcance de la mano, la nieve eterna del cerro San Lorenzo - FOTOS: Guillermo LOZA y Sergio ZEREGA


Pero no era la única nieve eterna: sus vecinos no se quedaban atrás con sus vastos glaciares - FOTO: Guillermo LOZA


El filo escondía un valle que apunta al norte que habíamos analizado como opción para llegar al Posadas. Más allá de las dificultades de
remontar un arroyo, se confirmó que aún pudiendo transitarlo no íbamos a poder salir del mismo por sus laterales - FOTO: Sergio ZEREGA


Seguimos paralelo a los filos, con algunas inclinaciones laterales y el suelo cada vez más blando - FOTOS: Sergio ZEREGA


Las chatas, como si fueran hormiguitas, encaramadas en las montañas buscando el mejor paso - FOTO: Guillermo LOZA


En esta oportunidad subir a la loma resultó infructuoso y tuvimos que bajar - FOTO: Guillermo LOZA


Seguimos avanzando hacia el norte, disfrutando la imponencia de los cielos y de la cordillera andina - FOTOS: Guillermo LOZA


Pampa 02 a sus anchas - FOTOS: Guillermo LOZA


Parecía que una ancha autopista nos conducía al valle que bajaba al lago Posadas pero... - FOTO: Alejandro BONNIN


Será un piquete??? - FOTO: Sergio ZEREGA


No precisamente: cuatro de las seis chatas de avanzada estaban enterradas hasta los zócalos y lo más notable
era que una de las que estaba sobre firme era... Elsa ????. Nuestro viejo terreno conocido, el "inofensivo" glaciar de
barro recubierto de piedras, volvió a atraparnos, como en viajes anteriores - FOTOS: Guillermo LOZA y Hugo BERRY RHYS


No quedó otra que empezar los múltiples rescates, con anclaje entre chatas y re-envíos
porque no era fácil lograr despegar al encajado de las  garras de la cordillera - FOTO: Sergio ZEREGA


A Hugo Perret y al Tape se los sacó fácil porque estaban cerca del terreno firme, pero en el caso de Germán y del Pitufo
la cosa no era tan así porque en el afán de huir hacia adelante habían quedado varados "mar adentro" - FOTO: Guillermo LOZA


El Pitufo había quedado a unos 35 metros de terreno firme mientras que Germán,
más complicado, estaba a unos 70 metros - FOTO: Alejandro BONNIN


Rescatando al Soldado Hernández I - FOTO: Sergio ZEREGA


Rescatando al Soldado Hernández II - FOTOS: Sergio ZEREGA y Guillermo LOZA


Rescatando al Soldado Hernández III - FOTO: Alejandro BONNIN


Soldado Hernández rescatado - FOTOS: Sergio ZEREGA


Pitufo Atrapado sin Salida I - FOTO: Alejandro BONNIN


Pitufo Atrapado sin Salida II - FOTO: Guillermo LOZA


Pitufo en libertad - FOTO: Guillermo LOZA


¿Cómo no ensartarse con el aspecto inofensivo de este terreno? - FOTO: Sergio ZEREGA


Igual a quien le importa estar cuatro horas renegando con una encajada en el
medio de estos impactantes paisajes que llenan el alma? - FOTO: Sergio ZEREGA

                Evidentemente no podíamos seguir por ahí. O abandonábamos el filo ahora o reculábamos buscando algún lugar más atrás donde bajar. Durante la larga maniobra de rescate los más rezagados que habíamos parado segundos antes de caer en la trampa nos dedicamos a caminar las supuestas bajadas para ver si eran practicables, lo que a priori no parecía muy halagüeño.

                Sin embargo, aun cuando el cauce ya convertido en un bonito arroyo se veía muy profundo allá abajo, al acercarnos fuimos descubriendo que con cuidado y sobre todo con posibilidades de eventual retorno se podía bajar, curiosamente cerca de uno de los tracks teóricos que teníamos relevados. No podíamos ver la bajada final al río pero descontábamos que la suerte estaría de nuestro lado y si no, tendríamos un lugar para acampar un poco menos expuesto al viento de los filos. Todas eran suposiciones porque tampoco sabíamos si nuestro arroyo era transitable, pero a veces el offroad es una cuestión de fe…

                Cuando todos volvieron a tierra firme, propusimos hacer el descenso por donde habíamos caminado, alertando que podíamos encontrar sorpresas al final pero que si no bajábamos, no lo sabríamos.

                Nos aseguramos de transitar sobre firme ya que las piedras movedizas estaban por todos lados; sin embargo moviéndonos cerca de unas grandes rocas el piso era firme y fuimos rodeando un cerro que nos puso frente a una bajada bastante abrupta con mucha piedra pero que con cuidado pudimos sortear y ubicarnos en una especie de gran escalón previo a la bajada al arroyo. El nuevo problema que ahora teníamos era que el escalón era un exponente representativo de los odiados mogotales que habíamos sufrido en la meseta de la Muerte el año pasado y moverse allí era torturante.

                Desde arriba parecía lógico moverse por el escalón paralelo al arroyo para bajar al mismo por donde tenía menor altura, pero esos pocos kilómetros nos podía tomar varias horas de sufrimiento, así que optamos por tratar de tirarnos al arroyo cuanto antes, lo que implicaba más bajadas intimidantes pero no tan tortuosas. Al menos el sufrimiento duraría poco.

               Todo indicaba que pese a que estábamos a unos diez kilómetros del Puesto El águila, donde se reiniciaba la huella, íbamos a pasar la noche allí. El lugar estaba bueno así que no era gran problema.

                Los copilotos se dividieron y se ocuparon de rastrear las posibles bajadas, pero al menos las más próximas eran muy abruptas y para colmo el arroyo estaba plagado de enormes piedras; sin embargo Hugo Perret descubrió un punto por donde se accedía a un mallín seco que bajaba suavemente al arroyo y nos mandamos para allí. Si había que acampar, sería al lado del agua, que siempre es conveniente.

                Lo que parecía imposible, terminó siendo sencillo; muy fácil y rápidamente habíamos bajado al cauce del arroyo y si llegaba a ser amigable, hasta podíamos llegar a completar el cruce en el día, algo impensado horas atrás.

                El único en problemas era el Tape, que también había bajado pero aguas arriba y venía peleando a las grandes piedras y se acercaba a nosotros muy lentamente. Podría unirse a nosotros?


Posiblemente la foto no lo revele, pero les aseguro que transitar sobre esas matas más oscuras (mogotales) destroza la paciencia de cual-
quiera; la perspectiva era hacer un par de kilómetros por lo que buscamos desesperadamente una bajada al arroyo - FOTO: Sergio ZEREGA


Encontramos una pendiente intimidante que llevaba al arroyo, probablemente sin
retorno, que nos evitaba los mogotales y nos tiramos por ahí - FOTOS: Sergio ZEREGA


Ya casi en el cauce del arroyo que debía conducirnos al lago Posadas - FOTO: Sergio ZEREGA

                Cuando todos nos reagrupamos decidimos encarar el arroyo a ver qué pasaba. Y el arroyo, a partir de este punto se portó bien: cruzando de una a orilla a otra, vadeándolo mil veces fuimos avanzando sorteando obstáculos uno tras otro y la distancia al Puesto El Águila se achicaba incesantemente.

                Por momento empezamos a imaginar vestigios de huella que confirmaba que íbamos por el rumbo correcto. Un alambrado con una tranquerita precaria confirmó nuestras presunciones y antes que caiga el sol teníamos a la vista el ansiado puesto.

                No se imaginan la cara del puestero cuando vio llegar la bandada de chatas!!! El pobre Don Valdez, que así se llama nos confesó que pensó que llegaban aviones puesto que el silencio de la montaña hacía rato que escuchaba rugir los motores pero nunca imaginó que por allí vendrían vehículos y en tal cantidad. Nos confirmó que alguna vez pasaron motos y cuatriciclos pero no más que eso, algún que otro loco caminando y recientemente uno con una bicicleta (¿?).

                Se puso muy contento que se haya hecho una conexión con el sur, ya que allí pese a tener camino a lago Posadas se encuentra muy aislado y rara vez llega alguien por aquí. De hecho nos pidió que allegar al pueblo le recordásemos a su patrón los encargos que le había hecho…

                A toda costa quería que nos quedásemos a tomar mate y charlar pero ahora nos había agarrado el apuro de llegar a lago Posadas y alojarnos y cenar como la gente (¿?) para festejar el haber logrado el ansiado enlace, que durante diez años me taladró la cabeza.

                Realmente ahora con el track relevado y nuestras huellas marcadas estimo que en tres horas se puede hacer en ambos sentidos (solo me queda la duda de cómo subir el último pedregal, pero con esfuerzo se debe poder), lo cual lo convierte en una interesante opción para llegar al Parque Perito Moreno y despuntar el vicio del offroad. Eso, no se larguen solos: una encajadura como las que vieron es imposible de revertirla sin ayuda.

                Quien sabe dentro de algunos años sentiremos el orgullo de haber sido quienes dieron el puntapié inicial de una nueva espectacular ruta de montaña, una digna continuación de la actualmente espectacular RP41, la joyita turística santacruceña no muy conocida como se debe.


Finalmente, aunque con la incertidumbre de lo que vendría, pudimos bajar al arroyo - FOTO: Alejandro BONNIN

 
Dificultosamente, alternando de una orilla a otra empezamos a avanzar - FOTOS: Sergio ZEREGA y Alejandro BONNIN


Se iba poniendo entretenido, con dificultad media pero constante - FOTOS: Sergio ZEREGA


Rincones ignotos de nuestro sur, con paisajes inolvidables - FOTO: Sergio ZEREGA


Uno más de los infinitos vadeos para ir sorteando obstáculos a cada paso - FOTOS: Alejandro BONNIN y Guillermo LOZA


Hermosa la sensación de circular por lugares nunca anduvo con un vehículo de "calle" abriendo huellas - FOTO: Sergio ZEREGA


En un recodo del arroyo aparecieron de nuevo esos extraños murallones rectos que había en Piedra Clavada - FOTOS: Sergio ZEREGA


Y mágicamente desembocamos en una planicie con animales pastando, o sea que
estábamos cerca de algún asentamiento humano - FOTOS: Sergio ZEREGA y Alejandro BONNIN


Más vestigios de presencia humana: un corral precario y una tímida huella - FOTOS: Alejandro BONNIN y Sergio ZEREGA


Y apareció el puesto El Águila, donde su morador, Don Valdez, nos recibió amablemente pero muy asombrado - FOTOS: Alejandro BONNIN


Todo el grupo completo posando con Don Valdez, como recuerdo del inédito cruce - FOTO: Sergio ZEREGA (auto)

                La huella desde El Águila en adelante es precaria pero muy pintoresca: las montañas se comienzan a tapizar de árboles y los arroyos se encajonan entre altísimas paredes de granito para caer, literalmente en el lago Posadas. Lamentablemente comienza a anochecer y nos perdemos la espectacular vista del lago Posadas desde arriba cuando llegamos a los inesperadamente amplios caracoles de bajada que tanto nos habían llamado la atención en las satelitales.

                Cuando los alcanzamos nos desorientamos un poco ya que un alambrado nos cortaba el paso pero mirando bien una huella precaria lo esquivaba. Al entrar al camino ancho grande fue la sorpresa de encontrar semejante obra con destino a la nada (aunque ahora después de nuestro paso puede empezar a tenerlo) y el terrible estado de abandono después del descomunal esfuerzo de dinero que debe haber costado construirlo (Obra a medio ejecutar por Austral Construcciones).

                El abandono se acentúa porque al haber hecho el movimiento de suelos y no haber continuado con el alcantarillado y la conducción ordenada de las aguas, ahora está a merced de la naturaleza y está lleno de grietas y derrumbes. Si se mantiene así, esto terminará siendo la parte complicada del cruce que acabamos de inaugurar.

                En esas condiciones, fue la bajada bastante peligrosa porque la hicimos a oscuras. Interesante debe haber sido ver nuestro desplazamiento desde lejos: ocho chatas con luces que iban y venían de todas direcciones bajando por la ladera de una montaña.

                Una vez abajo llegar a Lago Posadas fue un trámite pero lo que fue difícil fue alojarnos y ni que hablar de cenar todos juntos. Al final conseguimos sitio en la Hostería Lago Posadas y tuvimos que cenar apiñados  comprando pizzas y empanadas en una rotisería que de casualidad estaba abierta aprovechando que una de las habitaciones tenía una mesa con sillas. No conseguimos un restaurante abierto…

                De todos modos estábamos muy felices: el largo viaje había valido la pena y habíamos logrado un objetivo anhelado desde hacía mucho tiempo.


Después de lo que habíamos hecho, transitar una huella precaria era andar por una autopista - FOTOS: Alejandro BONNIN


Ahora las montañas empiezan a tapizarse de verde de achaparradas lengas - FOTOS: Alejandro BONNIN


Verde que contrasta fuertemente con los picos yermos de las altas montañas que nos rodean - FOTO: Sergio ZEREGA


Lengas que comienzan achaparradas pero a cierta altura son respetables árboles
colgados de las coloridas montañas (la iluminación del sol cambia todo) - FOTO: Alejandro BONNIN


Lamentablemente el espectáculo se comienza a desvanecer porque cae rápidamente la tarde - FOTOS: Sergio ZEREGA


La bruma del lago Posadas comienza a adivinarse y estos dos árboles parecen un portal de bienvenida - FOTOS: Hugo BERRY RHYS


Y finalmente el lago Posadas y su vecino Pueyrredón separados por su curioso istmo
se abren a nuestros ojos confirmando que alcanzamos la ansiada meta - FOTO: Alejandro BONNIN

 
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